La franquicia de ciencia ficción computarizada de Disney regresa 43 años después del clásico original y 15 años tras su secuela, para ofrecernos —como siempre— una experiencia espectacular en lo visual y auditivo, aunque con un ritmo y una trama menos sólidos.
En Tron: Ares, la humanidad se encuentra por primera vez con seres de inteligencia artificial avanzada cuando Ares (Jared Leto), un programa altamente sofisticado, abandona su mundo digital para cumplir una peligrosa misión en el mundo real. Todo sucede en medio de una guerra corporativa entre Eve Kim (Greta Lee), directora de ENCOM, y Julian Dillinger (Evan Peters), líder de Dillinger Systems.
Después de muchos intentos, finalmente llega la secuela directa de Tron: Legacy, con un equipo creativo completamente nuevo encabezado por el director Joachim Rønning (Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales). La cinta retoma temas clásicos de la saga, pero los combina con conceptos contemporáneos como la inteligencia artificial y la impresión 3D, aportando una sensación de frescura y modernidad.
No obstante, algunas decisiones narrativas forzadas y un ritmo irregular, especialmente hacia el final, terminan afectando su impacto general.
Como es costumbre en las películas de Tron, la estética visual, los efectos especiales y el diseño de producción son su mayor fortaleza. Esta vez, la integración de numerosas secuencias en el mundo real añade un nivel técnico sobresaliente que se convierte en uno de los aspectos más destacables del filme.
En cuanto a las actuaciones, el elenco de alto perfil —Jared Leto, Evan Peters, Greta Lee y Gillian Anderson— cumple de manera correcta, aunque sin llegar a brillar. Sorprendentemente, Jodie Turner-Smith destaca con su interpretación de Athena, un personaje secundario que aporta momentos memorables a la historia.
Uno de los apartados más esperados es, sin duda, la música, a cargo de Nine Inch Nails, con Trent Reznor y Atticus Ross no solo como compositores, sino también como productores ejecutivos. Su participación eleva el tono de la película y se convierte en un elemento clave que potencia su atmósfera y energía visual.
En resumen, Tron: Ares es una secuela que honra a sus predecesoras con guiños nostálgicos, nuevas líneas argumentales y la promesa de futuras entregas. Sin embargo, su ritmo pesado y algunas incoherencias limitan una experiencia audiovisual que, aunque deslumbrante, no logra alcanzar su máximo potencial.
