La aristocracia británica se prepara para su última reverencia. Downton Abbey: El Gran Final llega como el cierre de una saga que, desde su debut televisivo, conquistó tanto a fanáticos del drama histórico como a los amantes del buen cine de época.
Tras los eventos de la película anterior, vemos a Lord Grantham (Hugh Bonneville) ceder oficialmente el liderazgo de la familia a su hija Mary (Michelle Dockery). Pero el cambio no llega sin resistencia: la pérdida de la matriarca Lady Violet Grantham (la incomparable Dame Maggie Smith) pesa sobre todos, mientras el incierto 1930 se avecina con el inevitable fin de las grandes casas rurales como Downton. A esto se suma un escándalo que pone en riesgo la posición de Lady Mary ante la alta sociedad por su posible divorcio.
Julian Fellowes, creador y guionista de esta última entrega, mantiene el encanto que ha definido a la franquicia, aunque las subtramas secundarias carecen del filo o la tensión de antaño. Sin embargo, logra dar espacio a cada personaje para despedirse con elegancia, ofreciendo momentos entrañables que harán sonreír —y quizá soltar una lágrima— a los seguidores más fieles.
Bajo la dirección de Simon Curtis (My Week with Marilyn), la película luce impecable en su apartado visual. Los paisajes, el vestuario y, por supuesto, el majestuoso Highclere Castle, vuelven a brillar con ese toque cinematográfico que convierte cada escena en una postal de época.
Eso sí, la ausencia de Maggie Smith se siente como un eco constante. Su mordaz sentido del humor y su presencia magnética eran el alma de muchas escenas, y aquí su sombra recorre cada rincón del castillo.
En definitiva, Downton Abbey: El Gran Final es un viaje lleno de nostalgia, sutileza y elegancia. Más que una despedida, es una carta de amor a los fans y al legado de una serie que marcó un antes y un después en la televisión británica.